En 1968 se lleva a cabo la apertura a manos de Don Francisco Ramos Nieto. La actividad que se desarrolla en el local es la típica de las tabernas o bodegones de la época. Se servían botellas de vino, por medias o por enteras. La medida más pequeña de bebida eran “las Pistolas”, botellines de refresco rellenos con vino de pitarra de la época, de elaboración en ocasiones casera o comprado a terceros.
Por entonces, se empieza a obsequiar a los clientes con una tapita, la antecesora del aperitivo que hoy conocemos. No era otra cosa que productos básicos y accesibles en la época: bogas asadas, pestorejo asado o en ensalada, y productos similares.
El nombre de El Imperial (que proviene de la cerveza de la época que llevaba este mismo nombre: la memorable cerveza madrileña El Águila Imperial) nace por esas fechas, pues por entonces no había un nombre predefinido, y los cliente acudían a las tabernas por los nombre o motes de los dueños, que en caso de D. Francisco era “Cucharilla” por su parte y “Cabra” por parte de su mujer, ambos registrados en la alforja de la estatua del labrador con el burro, de la calle de los Baldosines.